miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las intervensiones del siglo XIX en México


En 1804 el barón Alexander Von Humbolt fue huésped del presidente Tomas Jefferson, le permitió copiar materiales de la investigación que se convertiría en el Ensayo Político de la Nueva España, donde menciona que dos naciones estaban destinadas a compartir el poder y la riqueza, estas eran Estados Unidos y la Nueva España. A partir de dichas declaraciones, Estados Unidos se empeñó que otra nación no compartiera el poder.

Desde inicios del siglo XVII los ingleses que fundaron colonias en el norte de los Estados Unidos, se consideraron un pueblo elegido por Dios para civilizar y explotar recursos del continente americano. Jhon L. O´Sllivan en 1845 escribió en su Destino manifiesto la intención de que todo el continente fuera de los Estados Unidos y misma que se veía como una misión, además de justificar la anexión de Texas y el avance a las Californias y Nuevo México.  Estos se consideraban el pueblo modelo, que debían acabar con los españoles y su combinación con los indios ya que estos tenían costumbres negativas.

La Nueva España se transformó en México por obrar de un golpe militar de las mismas fuerzas realistas que habían derrotado a los insurgentes. Los criollos estaban seguros de haberse adueñado del país más rico de la tierra. Anhelaban los privilegios de habían monopolizado los españoles. La abundancia ida a ser para ellos, nunca más para los europeos. No tardaron en darse cuenta de que ya no existía la Nueva España des siglo XVIII. La guerra acabo con la riqueza minera, los campos y los capitales huyeron.

El hecho crucial de México independiente, al margen de la voluntad humana y las responsabilidades históricas, era la contigüidad con Estados Unidos. El sur del “imperio” iturbidista no tardó en separarse y se fragmentó en varias repúblicas, ingleses y rusos codiciaban los inmensos territorios del norte, ocupados por los habitantes naturales, los indios.

Desiertos y cordilleras separaban del centro a los pobladores del norte. Las comunicaciones resultaban difíciles en tiempos en que los únicos medios de transportes eran caballos, mulas y carretas de bueyes.

Estados Unidos compró a Francia la Luisiana en once millones de dólares. Las antiguas trece colonias obtuvieron una salida al Golfo de México, un puerto privilegiado, Nueva Orleans, para sus avances comerciales y territoriales y, sobre todo, el control del Mississippi.

En 1818 el general Andrew Jackson hizo una guerra de exterminio contra seminolas de los Everglades (los pantanos de Florida) y se apoderó de las últimas posesiones ibéricas en el norte. John Quincy Adams, secretario de Estado, negoció con el representante diplomático madrileño Luis de Onís a cambio de conservar la Florida. El gobierno de Washington renunció a su pretensión de adquirir Texas. Para frenar a los apaches y comanches, los españoles admitieron la entrada de colonos angloamericanos.

México regalo tierras y exento de impuestos a los inmigrantes. De 1823 a 1830 pasaron de tres mil, cifra que triplicaba al número de criollos y mestizos. Los primeros colonizadores de Texas pronto quedaron en condición de minoría despreciada. Los llamaron spaniards o greasers (grasientos) porque, ante la mirada anglosajona, su piel morena parecía efecto de la suciedad en esta provincia mexicana, hombres como Lucas Alamán y Manuel Mier y Terán llamaron la atención sobre la forma en que los Estados Unidos se iban apoderando de los territorios vecinos.

Joel R. Poinsett, primer representante diplomático de Estados Unidos en México, ofreció comprar esas tierras. La oferta fue rechazada como un insulto a la dignidad nacional. Para frenar la veloz anglificación de Texas se la hizo parte de Coahuila, se prohibió la entrada de angloamericanos se trató de llevar otros colonos para reducir la superioridad numérica. Cuando México abolió la esclavitud el enfrentamiento con los propietarios texanos se hizo inevitable, Ellos querían ser parte del imperio del algodón sostenido por los esclavos. Stphen Austin y Samuel Houston encabezaron la insurrección.

Mientras tanto Santa Anna, a la cabeza de una nueva armada reclutaba apresuradamente, esperaba a los soldados de Scott. En principio se enfrentaron pobremente a Scott en Cerro Gordo y Puebla pero fieramente más tarde, retirándose a regañadientes. Los estadounidenses lograron capturar Molino de Rey para presenciar cómo los cadetes del Colegio Militar se envolvían en la bandera de México para lanzarse al abismo y encontrar la muerte antes que entregar Chapultepec al enemigo.

El 13 de septiembre de 1847, los estadounidenses se apoderaron de la ciudad de México. Los habitantes de la ciudad de México recibieron a los invasores indiferentes y con andadas de piedras que desde los techos de los edificios arrojaban los enardecidos mexicanos.

Los estadounidenses demandaban que México cediera la mitad de sus territorios y exigía derecho a una vía marítima por el itsmo de Tehuantepec. Por aceptar estas condiciones, México recibiría 15 millones de dólares y, para hacerlo interesante, estaban dispuestos a cancelar ña deuda que supuestamente México tenía con ciudadanos estadounidenses. Al conocer las demandas de los vencedores, muchos mexicanos se rebelaron, entre ellos Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, el general Paredes Arrrillaga, José María Cuevas, entre otros. Sin embargo, la mayoría de los criollos en Querétaro votaron a favor del Tratado de Guadalupe que Trist y Scott dictaron a los presentes mexicanos. Renuentes a perder su dominio sobre la sociedad mexicana, lo que con toda seguridad sucedería si el pueblo se oponía a la ocupación estadounidense, prefirieron ceder la mitad de su país. Felizmente los mexicanos conservaron la Baja California y mantuvieron su soberanía sobre el Itsmo de Tehuantepec.

Santa Anna regreso a gobernar con el apoyo de Lucas Alamán. La pérdida de la mitad de México puso en evidencia la magnitud de la incompetencia criolla. De México, escribió amargamente Alamán. “sólo queda sombra de lo que antaño fue un nombre noble y preclaro”
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